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Quienes hayan leído o echado una ojeada a mis opiniones en Columnas Blancas, no les parecerá nada raro ver hasta qué punto llega mi hartura de la corrupción en el fútbol de nuestro país.
Ya está uno cansado, visto lo visto y vivido lo vivido, de la manipulación que sufren todos los equipos que osen discutirles, en buena lid, a los R. Madrid y Barcelona, los puestos de mérito en esta La Liga de la gran mentira.
Decía José María García, que nunca fue santo de mi devoción, que lo único salvable del fútbol español eran los aficionados. Es la única gran verdad en esta enorme, descomunal y gigantesca farsa que es el fútbol español.
Este artificio que vende D. Javier Tebas Moreno, al que no le duelen prendas en pregonar que el fútbol español no es más que lo que venden R. Madrid y Barcelona, ni siquiera le da vergüenza que el disimulo, la falsificación, el engaño y el fraude campen a sus anchas en la Competición liguera de la Primera División Española.
Los reiterados fallos arbitrales en favor de los dos poderosos del fútbol español, categoría que ostentarán hasta el final de los días, las prebendas económicas, las diferencias de trato con los demás equipos, se me hacen cada día más insufribles.
Da igual quién juegue el partido con ellos, siempre el error caerá a favor de los de siempre.
Y hoy, una vez más, y para que hasta a los más ciegos se les caiga la venda, nos enteramos de otro atropello, nada más y nada menos que del sr. Presidente de la Federación Española de Fútbol, cuyos whatsapps puestos en circulación por el diario «El Confidencial» demuestran que la corrupción anida en los más altos estamentos del Deporte Nacional.
En esta tremebunda metida de pata en la que, además de nuestro Sevilla, están Villarreal y Valencia, seguro que no le costará nada a tan ínclito personaje, que para más mísera y despreciable opinión aparece su progenitor, para dejar bien a las claras lo que debe hacer el máximo representante del fútbol español.
Este personaje, que se reviste de adalid de nuestro fútbol, resulta ser lo que todos los viejos del lugar presentíamos. Que no es más que otro petimetre elevado a un puesto que jamás hubiera osado soñar tener. Pero que le llega porque los que mueven los hilos de estas marionetas de trapo, con sonrisa dibujada en la boca, saben que harán lo que ellos manden y quieran.
Me pregunto si los clubes afectados tomarán alguna decisión conjunta, reclamando del presidente de la Federación que aclare esta falta de respeto. No se debe esperar menos de los responsables de estos clubes, ante esta infamia deportiva.
Cada día que pasa, menos me resisto a abandonar para siempre esta falacia de la competición profesional española, donde los que dirigen el cotarro futbolístico, que actúan con disfraces cubriendo sus caras de sinvergüenzas, ya nos les importa no esconderse detrás de ellas, a sabiendas de que, hagan lo que hagan, digan lo que digan, gozan de total y absoluta impunidad.
Se muere cada día en mí, seguir participando de este fútbol profesional, hundido en una zafia y asquerosa representación del deporte que debía ser. Muere en mí, cada día más, la esperanza de que un deporte tan bello y hermoso como es el fútbol, que debería gozar de una competición sana y libre de corsés, donde todos los participantes tuvieran la posibilidad de luchar por los más altos logros deportivos, esté en manos de esta mafia estamental y deportiva que nos ahoga, nos somete y oprime y nos impide tener la oportunidad de luchar por nuestros sueños deportivos.
Los whatsapps de Rubiales son la gota que colma el vaso del hartazgo y corrobora, para nuestra desgracia, que esto cada temporada es una película que tiene el final escrito de antemano. Cuyo guion escriben los de siempre y ejecutan, fielmente, estas marionetas sin honor ni vergüenza.
Desgraciadamente, he perdido la esperanza de ver un viento, más bien un huracán, de cordura, sensatez, y, sobre todo, de justicia deportiva, por parte de quien corresponda, que nos devuelva la ilusión de poder ver a cualquier equipo pelear por tener la posibilidad de ganar la liga.
Pero he dejado de ser iluso, para esto se necesita, además de la ayuda de la más alta magistratura de la administración deportiva que sanease, de una vez por todas, esta herida pestilente que gangrena el futbol.
Pero, además, hace falta que los aficionados tomemos parte en este asunto, en cada partido manifestar nuestro descontento, dejar bien claro que ya estamos hartos de tanta negligencia, abandono e indolencia por parte de las autoridades deportivas. Una revolución en toda regla, la revolución de los aficionados que amamos este maravilloso deporte, todos a una, clamando limpieza, reclamando igualdad de oportunidades, indignados con la acción de los dirigentes que tienen la obligación de proteger a todos por igual y que solo son siervos de sus señores.
Reconozco que esto es una utopía. Pero es lo último que nos queda a los soñadores. ¿Hasta cuándo vamos a aguantar los aficionados las tropelías, los abusos y arbitrariedades de todos estos caricatos?
Eso o si no… ¿qué hacemos aquí?
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