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Ha pasado un año y parece que fue ayer. Era un sábado de esos soñados para los futboleros empedernidos como el que os escribe: Final de la Champions en Madrid, penúltima jornada de Segunda División, playoffs de ascenso a Segunda y Segunda ‘B’. Era día de ordenador y preparación de la jornada que venía. El Utrera -qué casualidad- se jugaba el pase a la semifinal del ascenso ante el Antequera y tocaba ver la previa y analizar todo lo que había pasado la semana anterior. Entrando la primera hora de la tarde sonaba el teléfono: ‘Edu, te voy a decir algo que no te va a gustar’ así empezaba la llamada que nunca hubiese querido tener. ‘Joder, no me asustes y habla que me pillas liado’, respondí. ‘Reyes ha muerto en un accidente de coche’. Y colgué.
Fueron dos minutos, máximo tres, mirando la pantalla sin reaccionar, con esa sensación de congoja, rabia y esa pequeña ilusión de que todo fuese mentira. Volví a llamar para que me explicase, pero bastaron dos minutos para asimilar la noticia. Los mensajes en WhatsApp y la noticia corriendo por las redes sociales eran puñales que se clavaban.
Lo de esa tarde ya es una historia negra más para nuestra ciudad y nuestro Sevilla FC. Siempre he dicho que tengo la suerte de pertenecer a la ‘Generación Reyes’. Prácticamente mis primeros recuerdos futbolísticos eran sus comienzos. El primer ídolo. Una generación que vivió su carrera como algo propio desde su paso por el Arsenal hasta sus últimos coletazos en el Extremadura.
La rabia, la impotencia y la incredulidad se juntaron aquel fin de semana. Esa última despedida fue jodida. En lo profesional tuve la suerte de coincidir con él varias veces y era espectacular la cercanía que trasmitía. Siempre una sonrisa, siempre unas palabras. Creo que no he escuchado a nadie hablar mal de Reyes, y ese es un título del que no muchas personas -y más ahora en este podrido mundo del fútbol- pueden presumir. Su fútbol lo resumo en una frase que escuché en un grupo de WhatsApp aquel trágico fin de semana: “Si Reyes hubiese decidido algún domingo sentarse en una silla en el centro del campo del campo, también hubiese salido ovacionado por su gente”. Y era así, ni más ni menos. Reyes fue una de las primeras piedras del resurgir del Sevilla y cerró el círculo levantando la quinta UEFA Europa League en Basilea. Entre medio, varios derbis, un gol ‘maradoniano’ al Valladolid, aquel bocado prohibido de Paco Gallardo, el incidente con la pica, la celebración subido en el autobús tras el ‘Euroderbi’ o la mejor asistencia que yo he visto en una final europea, la de aquel gol de Bacca en Varsovia.
Si hablamos del canterano, me quedo con las palabras de Pablo Blanco, sin duda: ‘Reyes ha sido el mayor talento salido de la Carretera de Utrera”. Y si lo dice alguien que lleva más de 30 años viendo a cientos de miles de canteranos, pues ¿quién soy yo para llevarle la contraria?. Era el ejemplo de jugador de club elevado a infinito. La estrella que sale en el peor momento económico de la entidad, que ayuda con su venta a sanear la entidad y que acaba volviendo para tocar plata con el equipo de toda su vida. Si eso no es lo que sueñan todos lo que día tras día van a entrenar a nuestra Ciudad Deportiva, poco les falta.
Pero hoy hace un año que aquella estrella pasó, antes de tiempo, a convertirse en leyenda. 366 días de uno de los más duros para el club en su historia. Un año desde que Sevilla perdió a su Rey.
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