Sevillano atípico, abogado. Sevillista de tercera generación, accionista y socio desde los tiempos de Almedi, el marcador Orient y el Simca publicitario que daba vueltas en los descansos al cinturón de albero del Sánchez-Pizjuán. Colaborador del Área de Historia y SFC Media. Autor de los libros “Caso Antúnez, más allá del honor”, “Enrique Lora, un purasangre de otros tiempos” y co-autor de “El Sevilla Football Club a caballo entre los siglos XIX y XX”. Guionista-realizador del documental “1890, 125 años de fútbol sevillista”.
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(ver todo) Aludía no hace mucho Monchi a los últimos 130 años de grandeza del Sevilla F.C., en un discurso de tintes delnidianos que no sé si abrazar del todo, porque si bien parece natural que el león (de San Fernando) marque su territorio recordando de vez en cuando quién es el rey en esta selva futbolera local sobrecargada de toxinas verdes, no me convence demasiado que el principal portavoz del club tenga que rebajarse a subrayar públicamente lo obvio, y menos en un foro amigo, como se supone que es la junta general de accionistas.
Con esto último no me refiero solamente a la indiscutible hegemonía blanca sostenida a lo largo de los tiempos, sino también, y principalmente hoy, a los 130 años de vida sevillista. Sí, 130 años de Sevilla Fútbol Club, y parafraseando a Monchi, 130 años de historia, “guste o no guste”, tal como asume y reconoce oficialmente, con total naturalidad, la propia entidad.
Porque las cosas son como son, no como nadie quiera que sean. Cuando los datos salen a la luz, cuando hablan los documentos, las evidencias, los testimonios otrora sepultados por la pátina del olvido o el silencio interesado, se desmoronan los mitos, no hay lugar para el romanticismo impostado y se renuevan, querámoslo o no, nuestros referentes, por mucho cariño que les hayamos tomado. Es otra forma de crecer, de madurar si se quiere. Porque ¿acaso en nuestro particular Olimpo, no hay sitio para Suker como lo hay para Juan Arza, para Kanouté como para Campanal, para Jesús Navas como para Enrique Montero? Llegaron no hace mucho “Ned” Johnston o Hugo Maccoll para sentarse junto a Alba, Miró o Sánchez Pizjuán, haciendo honor al evangelio sevillista según Gallegos: “Todos los hombres, de cualquier condición social, ideas políticas o religiosas, tendrán aquí cabida”. Hablamos del Sevilla Fútbol Club, que es lo que nos toca y nos duele, aquí y ahora, pero esto de asumir la evolución de las cosas vale también para cualquier otra institución, sea cual sea. Es solo cuestión de nobleza y altura de miras.
La conmemoración de nuestro aniversario me mueve a compartir con vosotros brevemente algunos hitos del proceso de descubrimiento de la verdadera datación del club y su puesta en conocimiento del sevillismo y del público en general. Hay que remontarse a los meses previos a los fastos del inolvidable centenario que entonces creíamos todos que tenía una fecha clara, el 14 de octubre de 2005. El añorado Agustín Rodríguez y el profesor Castro Prieto se hallaban preparando trabajos sobre la historia sevillista con ocasión de la citada efeméride cuando concertaron una visita a la casa particular de cierto historiador onubense que, encargado de confeccionar una enciclopedia sobre el R.C. Recreativo de Huelva, manejaba bastante material hemerográfico en su archivo particular. Allí, hojeando y ojeando informalmente algunos documentos, se toparon casi de refilón, de forma casual e inesperada, con un suelto periodístico del diario La Provincia de Huelva que llamó su atención. La noticia, redactada en inglés, un idioma que ni Agustín Rodríguez ni Juan Castro comprendían, aludía claramente al Sevilla Football Club. Apenas pudieron quedarse con la fecha de la publicación, pues su anfitrión guardaba el recorte celosamente y aquel acceso fue casi clandestino. Al interesarse por el asunto, Agustín y Juan recibieron la siguiente respuesta del historiador de Huelva: “Lo mismo sois más antiguos de lo que creéis”. Cada cual que interprete esta escena como prefiera, algunos quizás comprenderán mejor por qué fueron necesarios tantos años para aclarar las cosas y por qué tras aquello las reacciones desde determinadas atalayas han sido, y siguen siendo, las que son. De la casa de aquel historiador marcharon Agustín y Juan a la hemeroteca, hallaron la fuente original y se hicieron con una copia de la ya famosa carta de Isaias White Jr., Secretario de un Sevilla Football Club recién constituido, invitando a los miembros del club de recreo de Huelva a un desafío futbolístico en nuestra ciudad. Aparecía en la edición del 25 de febrero de 1890.
A partir de aquel momento, las investigaciones y el interés general dentro del sevillismo por conocer el verdadero origen del club, sus protagonistas y sus actividades se precipitaron, encontrándose nuevas evidencias documentales asombrosamente explícitas, entre las que sobresalió, por su contundencia, el Dundee Courier de 17 de marzo de 1890, con noticia del acto fundacional, localizada por Javier Terenti Sánchez, filólogo inglés con demostrada erudición, que situaba con plena exactitud la fecha original de la sociedad Sevilla Football Club en el sábado 25 de enero de 1890.
Memorable sería también la jornada sabatina del 10 de diciembre de 2011, cuando desde las mismas entrañas del Ramón Sánchez Pizjuán, un tosco ordenador nos alumbraba a los allí presentes con la columna del diario escocés en la que se relataba, con minuciosidad costumbrista, el nacimiento oficial de nuestro amado club. Los nombres de Johnston, Maccoll, White, Plews, Moliní y un largo etcétera de deportistas británicos y españoles, se unían a los Gallegos, Wood, Langdon o Alba, revelándose como protagonistas imprescindibles del pasado en rojo y blanco, dispuestos a recuperar el sitio en la historia que hasta entonces se les había privado.
El descubrimiento era fabuloso, no ya para el Sevilla F. C., sino para todo el fútbol hispano, y de ello queda testimonio enmarcado en la sede de la Real Federación Española de Fútbol. Su trascendencia superaba fronteras y tendía un puente en la distancia con la lejana Escocia, patria de muchos de aquellos pioneros. En clave puramente sevillista, no sólo cuadrábamos el relato de los acontecimientos, sino que nos permitía comprender sin distorsiones que el Sevilla F.C., lejos de lo que proclama el manoseado bulo de un supuesto clasismo nobiliario, fue realmente gestado por una élite, sí, pero intelectual más que social, unos individuos que en su tiempo eran ideológicamente avanzados, profesionales liberales, comerciantes, ingenieros, químicos, médicos, abogados, miembros todos ellos de una burguesía emergente y cultivada, inquieta y emprendedora, incómoda para el antiguo régimen y comprometida con el regeneracionismo más recto que los jóvenes españoles del grupo traían aprendido de las escuelas extranjeras, lo que explica su temprana labor proselitista entre los más desfavorecidos de nuestra ciudad y también sus actividades benéficas, inicialmente intensas, pero que nunca han cesado ni siquiera en nuestros días. Unos ideales modernos y progresistas, pujantes en Europa, que encontraron fuerte reacción en los sectores más rancios y conservadores de la sociedad sevillana, encendiendo la mecha de la rivalidad local dentro de la casta militar, primero, y entre los políticos y nobles aristócratas del sistema caciquil, poco después, hasta alcanzar en última instancia la mismísima cúspide de la corona. En pocas palabras, “Football” y “Club” versus “Balompié” y “Real” como marchamo definitorio de cada idiosincrasia en los apellidos adoptados. Toda una declaración de intenciones.
Desde entonces, ha sido necesaria una ímproba labor en diversos frentes y con distintas finalidades, en la que poco a poco el propio Sevilla Fútbol Club se ha ido implicando. Por un lado, una tarea arqueológica, de reconstrucción de los hechos, no sólo con cada uno de los nuevos datos encontrados, sino también, y casi más importante, con la recuperación y puesta en contexto de numerosas informaciones y publicaciones sobre el Sevilla F.C. en el siglo XIX de las que ya se disponía, accesibles para todos, pero que resultaban de muy difícil incardinación en el espacio y el tiempo sin los nuevos hallazgos encontrados. Cualquier sevillista o estudioso del tema que dispusiera de alguna publicación sobre el club, ya fuere con ocasión de las Bodas de Oro o Platino, fascículos o ediciones especiales de cualquier periódico, etc., podía encontrar en ellas referencias a ese Sevilla pretérito del ochocientos, aunque deslavazadas por puro desconocimiento de lo principal, el pegamento que lo amalgamaría todo, hasta entonces apenas intuido.
Por otro lado, la historia oficial, precaria en sus fuentes y repetida en bucle por pura comodidad o falta de medios de quienes la contaban, se demostró relatada principalmente por actores secundarios que, sin cuestionar su buena fe, es indudable que aprovecharon también su condición de supervivientes para arrogarse un papel estelar que no les correspondía. Protagonistas tardíos como Luis Ibarra Osborne o Paco Díaz, idealizando sus recuerdos y adornando su propio rol en los orígenes del club, versionaron lo que un Johnston, un Maccoll o un Alba, con más autoridad y criterio, nos hubieran narrado a buen seguro de otra manera, en el caso de haber sido entrevistados como lo fueron aquéllos, cuando el fútbol era ya un fenómeno de masas. Esta empresa de investigación e interpretación de los hechos históricos continúa abierta, porque siguen apareciendo novedades en forma de pequeñas teselas que añadir al mosaico mural de la trayectoria sevillista.
En segundo lugar, y junto a la labor arqueológica de base, se puso en marcha una tarea didáctica, pedagógica, encaminada a presentar, explicar y compartir, principalmente con el sevillismo, pero también con toda la comunidad interesada, la nueva información acopiada, de forma ordenada y sistematizada, exponiendo razonadamente los datos y documentos obtenidos, mediante publicaciones en internet, sitios web y redes, libros, conferencias, entrevistas, exposiciones y audiovisuales, de la mano de expertos en todos los ámbitos de rigor (histórico, jurídico, periodístico, académico). En colaboración con la Universidad de Sevilla, y coordinado por el Área de Historia, se editó en 2014 una obra magnífica, compendio científico de los estudios realizados: “El Sevilla Football Club a caballo entre los siglos XIX y XX. De las élites británicas a la ilusión regeneracionista”. Pese a ello, hay que reconocer que incluso dentro de la masa social sevillista el tema ha tenido, y quizás tiene aún, cierta resistencia, pues no es fácil resetear de la noche a la mañana la perspectiva que cada uno de nosotros tiene del club y su historia si hablamos, como sucede con la fecha fundacional, de símbolos de identidad; y menos aún, cuando factores más o menos legítimos como el desinterés, la nostalgia, la rebeldía frente al cambio o la sublimación de la tradición familiar y la propia experiencia pueden pesar en nosotros más que el dato frío y conciso, académicamente testado.
Dejo para el final otro de los ámbitos que ha sido preciso abordar, habida cuenta la animadversión que despierta el gigantismo sevillista en determinados círculos y geografías. Se trata de una actividad que podríamos calificar de carácter profiláctico, orientada a la limpieza y desinfección de toda la contaminación vertida por quienes se mueven exclusivamente por razones de odio, rivalidad o acomplejamiento, y que tienen como objetivo único negar cualquier iniciativa que, desde su particular perspectiva de las cosas (ni siquiera la nuestra) pueda suponer un timbre de mérito u honor para el Sevilla Fútbol Club. Allá ellos, individuos y colectivos, con su castrante síndrome procustiano, no merecen mayor comentario, salvo quizás el agradecimiento por habernos espoleado a formar un expediente sobre los inicios de nuestro club, con un nivel de detalle y exhaustividad muy superior al de cualquier otro semejante, y mucho más allá. Esos ataques gratuitos, esa envidia atormentada, esa vileza miserable y cobarde que califica y define a sus protagonistas, nos confirmaba a cada momento que estábamos en el buen camino, que existían cosas sabrosas por descubrir y que había miedo, auténtico pánico, a sus consecuencias, algo que sólo puede obsesionar a quienes tienen mucho que esconder. Nos hicieron situar el foco, sin proponérnoslo, en cuestiones en las que jamás nos hubiésemos parado, sobredimensionando el asunto. Terrible error de cálculo, pues Clío, ya lo sabemos, es implacable. Sin ellos, nada de esto habría sido posible, como tampoco lo hubiera sido conocer y documentar, cada día que pasa, hechos inéditos, incluso revolucionarios, que no cesan y tampoco dejan de sorprendernos. Así que bienvenidos sean, pero que nunca nos infravaloren, porque a tenacidad, ciencia y paciencia no gana nadie a ningún sevillista.
En cualquier caso, nosotros a lo nuestro, a nuestro ritmito (;-), siempre por delante, con firmeza y determinación, alzando nuestras copas en un brindis de plata inacabable, con el venerado Robert Burns, por los viejos tiempos (“for auld lang syne”) y por los próximos doscientos años, con la misma grandeza o más, de Sevilla Fútbol Club. Tal y como profetizara Monchi, guste o no guste.
P.S. Estatutos Sociales vigentes del Sevilla Fútbol Club, SAD, inscritos en el Registro Mercantil:
Artículo 1º. Denominación social.
Con la denominación de SEVILLA FUTBOL CLUB SOCIEDAD DEPORTIVA S.A.D., se constituye una Sociedad Anónima Deportiva que se regirá por los presentes Estatutos y por las disposiciones legales que en cada momento le fueran aplicables. El Sevilla Fútbol Club se fundó el 25 de enero de 1890 como Asociación Privada de carácter cultural y deportivo. El proceso registral de la misma se completó, según la normativa vigente, el 14 de octubre de 1905, previa aprobación de estatutos y reglamento el 23 de septiembre anterior. Se transformó en Sociedad Anónima Deportiva el 29 de junio de 1992, en virtud de lo dispuesto en la Ley 10/1990, de 15 de octubre, del Deporte.
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