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O rabia. O coraje. O frustración. Son muchas las palabras que pueden definir lo que sentimos ayer los sevillistas cuando terminó la prórroga del Barcelona-Sevilla.
Miércoles, 3 de marzo de 2021. Partido de vuelta de las semifinales de Copa del Rey en el Nou Camp -o Camp Nou, como dice Dani Rovira en su monólogo «Odio», parece que se puede decir de las dos formas, que por cierto no sé si algún día le cambiarán lo de «Nou», porque ya tiene unos añitos-. Única eliminatoria de Copa que se juega a doble partido y el Sevilla llega a Barcelona con un buen resultado de la ida, ganamos 2-0 y sin haber recibido ni un solo gol en contra en todas las rondas anteriores. Nos las prometíamos felices pero…
Ya el sábado pasado nos llevamos un palo importante con el partido de Liga que disputamos frente al Barcelona en el Sánchez-Pizjuán -esto sí que es un nombre en condiciones para un estadio y ojalá nunca lo cambien por «nosequé Arena» o similar-. Muy buen partido de los culés, muy mal partido de los nuestros y 0-2 como resultado final. Esto ya te hace pensar que a ver qué pasará tres días después en tierras catalanas…
Y el discurso del entrenador es el de siempre: que «el partido del miércoles es un partido distinto», que «hay que jugarlo como si no lleváramos ventaja» y cosas así. En fin, parece que son discursos que lo escuchas en la previa de un partido, lo graban y para los próximos solo hay que darle al play y escuchamos lo mismo. Esto pasa muy a menudo con las declaraciones en este mundo futbolístico de jugadores, entrenadores, directivos, etc. Lo de «rival muy complicado» -y es el Huesca-, con todos mis respetos para el Huesca. Y cosas así. Seguro que estáis pensando en muchas más respuestas-tipo de esas que escuchamos siempre, sea el rival que sea y sea el partido que sea.
Volviendo al partido de ayer… Pues sí, ese fue el discurso del entrenador, pero del dicho al hecho hay un buen trecho, porque si se plantea jugar este encuentro como si no tuviéramos ventaja del partido de ida, ¿qué explicación tiene el que no se tire a puerta del equipo rival hasta la prórroga? Así es difícil ganar los partidos. ¿Es mérito del rival? ¿Es demérito nuestro? ¿Es culpa del árbitro? Pues un poco de todo… Porque también tiene tela que hasta ayer todas las manos dentro del área como la de Lenglet se hayan pitado como penalti y la de ayer no, o que a Mingueza no le sacaran la segunda tarjeta amarilla cuando cometió el penalti a Ocampos -por cierto, ¡vaya manera chunga de tirar un penalti!-.Que sí, que los penaltis los fallan los que los tiran, pero es que el de ayer estuvo muy mal tirado.
No se trata de buscar excusas o, al menos, yo no las busco, pero está claro que cuando un equipo sale enchufado desde el principio y el otro sale con el autobús puesto delante de la portería -como se suele decir-, lo más normal cuando juegas contra un equipo de la calidad del Barcelona es que pase lo que pasó, aunque fue muy cruel la forma en que pasó. Un MBiazo transformado en Piqueazo, recibido como propia medicina.
Era el último minuto del descuento y se produjeron varias jugadas y desajustes de los nuestros que propiciaron el gol de ellos que nos llevaba a la prórroga… y nosotros teníamos que afrontarla con un jugador menos por expulsión de Fernando, que vaya tela la falta que hizo en el borde del área y en el minuto en el que estábamos. Lanzó Messi, desvía el lanzamiento la barrera y se produce un córner del que proviene el gol de cabeza de Piqué. Nos vamos a la prórroga y, visto lo visto, aunque somos el equipo que nunca se rinde, creo que pocos sevillistas tenían confianza en pasar la eliminatoria. Efectivamente, al poco tiempo de empezar la prórroga marcan ellos el tercero, y a partir de ahí enfrían el partido, algo que el Sevilla no supo hacer en los últimos minutos de los 90 reglamentarios y el descuento. Y acabamos eliminados.
Y se te queda esa cara, ese mal cuerpo, esa sensación, ese mal rollo, esa decepción… porque 3 horas antes no te lo esperabas. Situaciones del tipo:
- Niño, ¿vas a cenar?
- ¡Sí, hombre! Pa cenar estoy yo…
Pero no queda más remedio que levantarse y seguir, porque el sábado tenemos un nuevo partido de Liga y el martes de la semana que viene tendremos que jugar en Alemania la vuelta de los octavos de Champions contra el Dortmund, que eso sí que está difícil, pero quién sabe… hay que jugarla. Pero, por favor, con otra actitud.
Algunos diréis que hay que tener ganas de ponerse a escribir un día como hoy después de lo sucedido ayer, pero lo hago por dos razones: la primera, porque desde que tengo la enfermedad -hace ya 3 años-, he aprendido a relativizar mucho y a darle a cada cosa la importancia que tiene. Soy sevillista, sí, muy sevillista y el Sevilla FC es algo muy importante en mi vida, pero no es lo más importante. Es un sentimiento, pero es solo fútbol, y ahora que está tan mercantilizado, lo de los sentimientos es casi exclusiva de los aficionados de base, como seguramente lo seas tú y como lo soy yo. Lo verdaderamente importante en la vida es otra cosa, al menos para mí; es la salud, la familia, tener trabajo, cuidar de tu gente, de tus amigos, superar esta pandemia… El fútbol debe ser secundario. Al menos así pienso yo.
Y lo segundo: esta mañana tengo cita para hacerme una prueba radiológica para valorar cómo está mi enfermedad, es como un examen para mí, pues esta prueba dice cómo el mieloma múltiple que tengo está afectando y atacando a mi cuerpo. Por tanto, los nervios están ahí, casi igual o más que los que tenía ayer antes de empezar el encuentro, porque durante el partido más que nervios fue un acojonamiento de los importantes. Por eso escribo esto, porque como esta noche pasada ha sido de dormir poco por ambas razones, pues mejor aprovecharla escribiendo estas líneas en mis queridas Columnas blancas.
Ayer tocó decepción, sí… y aunque a veces parezca que nos rendimos, nunca dejemos de lado ese «dicen que nunca se rinde» y ese «sevillista hasta la muerte…», pero siempre con «casta y coraje».
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