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Saludos.
No parece que sea flor de un día como hemos vivido en diversas ocasiones históricas. Un (o unos) años buenos para volver a caer en la mediocridad durante una (o unas) décadas. Dientes de sierra muy acusados que nos hacían celebrar como posesos una “modesta” clasificación europea. Teníamos todo el derecho ciertamente, pero hoy y después de todo lo vivido en el siglo XXI, se nos antojan actos tiernos, incluso inocentes. Vivimos escenas que me recuerdan a esos niños que se hartan de jugar con la caja de cartón del juguete el día de reyes.
Pero la llegada de las dos equis/palito nos trajo un mundo nuevo, desconocido, emocionante, pleno y satisfactorio como nunca cuando descubrimos lo que contenía la caja. Un siglo en el que dejamos de mirar al lado; en el que nos despojamos de nuestras caspas locales por intrascendentes; en el que nos libramos de los complejos chuscos y pusimos nuestros ojos en el Continente. Miramos para arriba y subimos a base de esfuerzo, trabajo, lucha y constancia hasta lo más alto, coronando una cima épica en la que nos sentamos en solitario. Desde allí contemplamos el paisaje arrobados y observamos pensativos otras cumbres (que un día también escalaremos sin duda) nos proponemos el desafío y nos decimos convencidos que lo lograremos porque llevamos un gen que nos impide claudicar nunca.
Nos colocamos ahí codeándonos con los ricos cuando apenas somos “clase media” (lo dictan los presupuestos que de Clase nadie puede enseñarnos nada). Y como recién llegados al selecto y restrictivo club de los poderosos (sociedad limitada, númerus clausus) debemos abrirnos paso con los codos, con saña y con la mala leche necesaria para reclamar lo que nos pertenece, lo que nos hemos ganado en el campo de batalla…
“el fútbol se inventó como un juego de guerra que se practica en la paz”
…para decirles que una parte del botín es nuestra y que la queremos, que nuestras armas también dejaron sangre en el camino y dejamos la nuestra. Hemos llegado para quedarnos y ya nadie podrá echarnos. Así que váyanse haciendo a la idea que cuanto antes lo asuman, menos doloroso será.
Eso molesta y molesta mucho porque nadie está dispuesto a compartir privilegios. Como decía reciente y acertadamente E. Vidal: “no eres grande si no has sufrido una campaña difamatoria de los medios serviles madrileños”. ¿Una? Como está prescrito en el manual de manipulación (cap. 1) lanzan sus hordas de filibusteros de la pluma para tratar de erosionar la emergente competencia que llega desde el Sur, porque a pesar de los muchos años que estuvimos amagando, esta vez es la buena y no hay retirada ni para tomar nuevo impulso. Todo vale (como en el amor y en la guerra) porque esto va de amor (a unos colores y un escudo) y de guerra futbolera: hay plazas que no podrán conquistar jamás pero… si no puedes con tu enemigo socávalo, inventa, distrae, difama para que parezca que eres culpable porque te lo mereces, porque no caes bien, porque osas mirar a los ojos a los emperadores…
Tratan de hacerlo sin ser conscientes de que mientras más basura insistan en dejarnos debajo de nuestras alfombras, más nos unen en nuestra guerra de guerrillas. Un día descubrirán que además de la plata, otras emociones nos alimentan los espíritus. A modo de Masada del Sur, antes nos inmolamos que rendirnos al imperio. Después de 130 años de vida, de curtirnos en todas las batallas, nos hemos dotado de una coraza resistente y dura como pocas en nuestra decidida formación en “testudo”, al modo de la formidable fuerza de choque romana con la que conquistaron Europa.
La tortuga es un animal muy muy longevo.
Es curioso, no obstante, que siendo Sevilla ciudad prohibida para invasores y con dos tribus igualmente (!) refractarias a los bárbaros del norte, sea solo una la que siempre deba estar al frente en las contiendas, en la primera línea de combate. O no tan curioso porque como reza en el título del artículo, una es la potencialmente peligrosa y la otra no. Incluso cae bien, la otra, lo que debería levantarles sospechas. La Historia es la que es y no la que queremos que sea.
Dice el proverbio árabe que “los enemigos de mis enemigos son mis amigos” y eso podría ser una de las claves que expliquen las simpatías/antipatías con que nos definen a los hispalenses allende cualquier parte. Si no compites por ocupar un espacio, no molestas y además tenemos tendencia natural a ponernos de parte del más débil… cuando no son los nuestros los implicados.
Pero el Sevilla FC sí compite dentro y fuera y en ésa guerra infinita, hemos dejado muchos cadáveres en los campos de batallas. Y heridos graves de mediocridad, de penurias y de intranscendencia.
Religión pagana la nuestra que no necesita de otros dioses a los que adorar por mucho que moleste al emperador. O quizás por ello. O porque los nuestros son los verdaderos y no queremos cambiarlos por muchas baratijas que nos ofrezcan.
Cuidaros.
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