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Enrique Ballesteros - Columnas Blancas

ENRIQUE BALLESTEROS 28/07/2022

La imaginación del Tecatito al servicio del Sevilla FC

De la quinta del "Naranjito". Xennial. Licenciado en periodismo atrapado en una tela de araña formada por trabajo y niñas preciosas. Experto en estadística deportiva. Fundador de la peña sevillista "Sevillismo en Madrid". Adoro Madrid y aprecio Sevilla. Y lucho siempre por un Sevilla más Grande.
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Jesús “el Tecatito” Corona comenzará su primera temporada completa en LaLiga desde que llegara al Sevilla procedente del gigante portugués, el Oporto, el pasado mes de enero. El club hispalense es el tercer equipo europeo desde que el hermosillense abandonara su país natal. Recaló en el Twente en los Países Bajos en 2013 antes de que se trasladase a Oporto allá por 2015, donde dio un salto cualitativo a su carrera como futbolista. Tras 29 goles y 49 asistencias en 251 encuentros con “los Dragones” con quien se alzó con dos campeonatos ligueros, aparte de proclamarse jugador del año en la temporada 2019/20, el “Tecatito” no lo dudó a la hora de jugar en una de las cinco grandes ligas europeas.

Fue un fichaje esperado que se hizo de rogar. Su ingreso en las filas nervionenses en el invierno de la pasada temporada fue acogido con una ilusión rezumada dentro del sevillismo que le pudo ver en acción el pasado curso hasta en 22 encuentros sumando todas las competiciones. En ellos anotó dos tantos y sirvió cuatro asistencias. Su media de 2,3 ocasiones por cada 90 minutos y su Expected Assist* de 0,18 fueron las cifras más altas por parte de un jugador sevillista en la campaña 2021/22, todo ello teniendo en cuenta que ingresó, con 29 años de edad, en el equipo andaluz en la última ventana de invierno.

El futbolista azteca ayudó a que el Sevilla vaya a disputar la Champions League en este curso que se inicia al terminar LaLiga entre los cuatro primeros clasificados, su tercera participación consecutiva, un récord en la historia del club vía competición regular. Ésta es una competición muy familiar para el sonorense puesto que ha disputado 41 partidos en seis temporadas distintas con el Oporto. De hecho, solo tres mexicanos han jugado más en el máximo torneo continental: Héctor Herrera (52), Chicharito (46) y Rafa Márquez (45). Por lo que no sería de extrañar que nuestro futbolista superase a estos dos últimos en este ranking particular al cabo de esta 2022/23.

Muchas esperanzas puestas en este regateador nato que formará parte, además, del Mundial que se celebrará a finales de año en Qatar representando a México. Con “el Tri” disputó 13 partidos de fase de clasificación, más que ningún otro futbolista de campo. Y teniendo solo en cuenta el octagonal final de la CONCACAF, la estrella sevillista volvió a erigirse como el futbolista más creativo de cualquier selección con 25 ocasiones generadas en ese número de encuentros. Prepárense, por tanto, para disfrutar de la mejor versión del “Tecatito”, en especial en este primer trimestre de temporada no solo como uno de los abanderados de LaLiga sino también de todo el continente europeo.

Agradecimiento a Víctor Soto por los gráficos de “The Analyst”.

*El modelo de Expected Assists (xA) de Stats Perform mide la probabilidad de que un pase se convierta en una asistencia de gol. El modelo premia a los jugadores que dan un pase en zonas de peligro, independientemente de si el receptor realiza o no un disparo.

ENRIQUE BALLESTEROS 01/06/2021

Tras la valla

De la quinta del "Naranjito". Xennial. Licenciado en periodismo atrapado en una tela de araña formada por trabajo y niñas preciosas. Experto en estadística deportiva. Fundador de la peña sevillista "Sevillismo en Madrid". Adoro Madrid y aprecio Sevilla. Y lucho siempre por un Sevilla más Grande.
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Supongo que seré del grupo de progenitores que está convencido en dejar a sus hijos recuerdos imborrables. También soy consciente que es harto complicado que la memoria seleccione lo que uno desea o deje a un lado lo que, egoístamente, pretendo recordar y que, a la vez, recuerden para siempre. Mira que nos empeñamos en que sean experiencias amorosas y bienintencionadas para que, de mayores, nuestros primogénitos compartan con nosotros ese estado de felicidad y confort que nos ayuden a seguir viviendo un rato más aunque solo sea en su recuerdo.

Muchos de mi generación o anteriores sabemos que, en otra época, la cosa era diferente. Quizás nuestros padres no sabían expresar sus sentimientos, pero lo que sí que es cierto es que ha habido una vía de comunicación indiscutible para conectar, con toda la complicidad posible, con nosotros. Ese camino no es otro que el fútbol. Lo que les costaba decir “te quiero”, que no se arrancaban con un beso y que son tan duros que no conocían ni tan siquiera la palabra llorar. El orgullo por supuesto. Todo ello quedaba a un lado cuando la comunicación tenía como fondo argumentativo el deporte, en concreto, el fútbol, el cual ayuda a crear recuerdos y a forjar vínculos, incluso siendo de equipos diferentes.

Mi padre fracasó en su propósito de que yo fuese del Real Madrid. Pero considero que triunfó su ideal de que yo eligiera con libertad. No solo respetó mi decisión sino que alentó, en un momento dado, mi sevillismo. Ello no quita que en mi memoria aparezcan imágenes conmigo en “Gol Norte”… del Bernabéu con el mítico gol de Tendillo, las chilenas de Hugo Sánchez, o el video-marcador del estadio que tanto me llamaba la atención de chiquitín, como telón de fondo.

Hace unos meses fui con mis hijas pequeñas a la Ciudad Deportiva del Rayo Vallecano. Equivocadamente pensaba que dejaban entrar público. Nada más lejos de la realidad, el Rayo Vallecano – Sevilla de categoría femenina se disputó a puerta cerrada. Desesperado, dimos una vuelta al recinto con el fin de coger alguna posición, la más idónea posible, para ver “algo” de lejos el encuentro que, por cierto, acabamos perdiendo.

Una muchedumbre se agolpó detrás de una valla, la que hacía de “Gol” detrás de una de las porterías del campo donde se disputó dicho compromiso. Allá que fuimos y, desde ahí, y con mucha paciencia, se podía ver medianamente el partido. Mis hijas se pegaron a la valla y yo, por detrás y con la mano en el hombro, las vigilaba y las miraba preguntándome si se estaban enterando de lo que estaban viendo.

¿Se acordarán mis hijas del día que su padre les llevó a un partido de fútbol de Primera División sin entrar al “estadio”?¿Podrán revivir esa sensación emocionante de hacer algo casi prohibido junto a su padre? Quiero creer que sí. Pero también espero que se puedan acordar de todos los besos que han recibido, de todos los cuentos que se les ha leído, de todos los abrazos achuchables mientras se les decía “te quiero”, de todo los partidos (femeninos y masculinos) que hemos visto juntos, de las veces que han recibido la mano en modo de cuidado.

Y ojalá algún día, las niñas, que ya no serán niñas, al pasar por esa valla puedan recordar que su padre una vez, en aquella época extraña, cuando el fútbol solo se podía ver por televisión, los campos estaban cerrados y la gente no podía salir de casa, les tuvo viendo al Sevilla de la manera más estrambótica posible en Vallecas, y ese momento sienta que nada malo les pueda pasar mientras su padre estaba detrás, con la mano en el hombro, vigilándolas.

Gracias a Alberto Estévez por inspirarme en este texto.

ENRIQUE BALLESTEROS 29/03/2021

Mes y medio después

De la quinta del "Naranjito". Xennial. Licenciado en periodismo atrapado en una tela de araña formada por trabajo y niñas preciosas. Experto en estadística deportiva. Fundador de la peña sevillista "Sevillismo en Madrid". Adoro Madrid y aprecio Sevilla. Y lucho siempre por un Sevilla más Grande.
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A principios de febrero el sevillismo se frotaba las manos. Era consciente que el Atlético de Madrid estaba intratable tanto en el terreno de juego como en el videoarbitraje, y que, por ende, el objetivo de conseguir el título de LaLiga andaba muy lejano, más si cabe porque ese tren se nos escapó semanas antes al no aprovechar la oportunidad del partido aplazado del Wanda Metropolitano. Ese 2-0, que no fue otra cosa que una lección de pegada, fue el único lunar en un inicio de 2021 que, si bien a nivel general, fue apocalíptico para el sevillismo fue una sobredosis de ilusión por los cuatro costados.

Y es que desde que perdiéramos frente al Real Madrid el 5 de diciembre hasta que vino Haaland a Tierra Santa pasaron 19 encuentros en todas las competiciones, 16 victorias, dos empates y el comentado tropiezo como visitante ante el Atlético. Es más, desde aquel partido se encadenaron nueve triunfos consecutivos, incluyendo ese 2-0 en la ida de las semifinales de la Copa del Rey que fue el espaldarazo definitivo para que la afición del Sevilla se creyera con derecho a aspirar a todo. Al optimismo también contribuyeron dos factores: Primero: una racha de ocho encuentros consecutivos sin encajar gol colocando a Yassine Bounou al Olimpo de los mejores porteros sevillistas de la historia. Segundo: el Dortmund llegaba con bajas al primer envite en el Sánchez-Pizjuán y con un entrenador nuevo que no terminaba de encajar las piezas de este grande de la Bundesliga.

¿Qué temporada histórica nos esperaba a la vuelta de la esquina? Pues al parecer ninguna. El golazo desde fuera del área de Dahoud nos abrió la puerta de la realidad. Fue la clave del encuentro y la eliminatoria donde si bien el gigantón noruego con rostro porcino marcó diferencia, nos apuntilló y se llevó todo el protagonismo mediático-cavernario, esos 20 minutos postreros al gol del sirio fueron un golpazo del que nos costó salir. Reaccionamos pero la eliminatoria quedó muy cuesta arriba. Y, aunque se ganó de forma solvente en Pamplona, no supimos aprovechar que el Barcelona, tras recibir un golpetazo procedente de París y quedar tocadísimo tras la visita de un Cádiz post-carnavalesco. El Barça nos puso en su sitio.

Si bien en LaLiga las esperanzas eran mínimas, se cargó nuestra máxima ilusión de la temporada en forma de título: la Copa del Rey. No ayudó que el inexpugnable Yassine Bounou se lesionara en los prolegómenos de esta contienda dejando a recaudo la portería a un Tomas Vaclik con la confianza tan subterránea como su físico. A la horripilante puesta en escena en el Camp Nou manifestada en un primer tiempo de muchas tinieblas, donde no fuimos capaces de dar ni una sola patada en el centro del campo y en el que el resultado justo hubiera sido más propio del tenis, se unieron una serie de factores desgraciados tras el descanso. Que Lucas Ocampos desperdiciara una pena máxima, que se le perdonara la expulsión a Mingueza y que nos llevaran a la prórroga en el último suspiro fue un desafortunado, ultrajado y cruel epílogo a lo que sin duda fue algo merecido.

Nos quedamos abatidos, que tuvo como principal símbolo el naufragio de nuestra cara B en Elche. Sin embargo, los acordes de Haendel de la Liga de Campeones y el orgullo propio de nuestro “Nunca se rinde” propició que el Sevilla, el puto Sevilla Fútbol Club, mostrara posiblemente la mejor cara desde que está Julen Lopetegui como entrenador a acosar al Borussia en su imponente Signal Iduna Park. Nuestro asedio y despliegue físico se quedó a la orilla. También fastidió esta eliminación, mucho, pero de cara al futuro dejó la sensación que este equipo seguía su rumbo y que el bajón físico no era una de las razones del bache de resultados.

El derbi cortó la sangría y fijó horizontes. Con la plantilla descansada y una zona de nadie árida en el cuarto lugar con las mismas opciones de ganar LaLiga (11 puntos) que de caer al quinto puesto (10), el Sevilla se presenta de esta manera a esa parte de la temporada que nuestro exentrenador Luis Aragonés catalogaba como la más importante de la temporada: los diez últimos encuentros. Y se presenta con el objetivo principal e inicial del curso: el cuarto puesto encarrilado. Solo una hecatombe privaría del notable alto a la 2020/21. Es más, hay dos fines muchos menor que, a un servidor, personalmente me haría mucha ilusión: uno, adelantar al Real Madrid y ser tercero, clasificándonos para un torneo con derecho a título como la Supercopa de España; dos, que Yassine Bounou se convierta en el primer portero de siempre de la entidad en conseguir el Trofeo Zamora, ya que anda mano a mano, décima arriba décima abajo, con Jan Oblak.

En definitiva, el Sevilla lo tiene claro. Y a Julen Lopetegui, al que planteamientos y formas de jugar aparte, solo hay que achacarle las dos “Jimenadas” coperas, porque por lo demás está siguiendo el camino prediseñado por Monchi de manera intachable: estar en la Liga de Campeones un año sí y otro también. Y es lo que un club de zona media – alta si quieres ascender a clase olímpica debe porfiar: estar un lustro entre los transatlánticos de Europa con el fin de amasar una cantidad ingente económica para, poco a poco, asentarse y ver como normal objetivos que eran impensables en toda nuestra honorable historia.

EFE
ENRIQUE BALLESTEROS 14/01/2021

Pepe y José discutiendo hasta 2024

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«A seguir enfadándonos, discutiendo y exigiéndonos, pero sobre todo, a seguir consiguiendo objetivos», esto fue lo que declaró nuestro omnipotente director directivo Ramón Rodríguez Verdejo, Monchi, cuando se confirmó la renovación de Julen Lopetegui por la entidad sevillista hasta 2024. Unos gerundios que encierran muchos secretos, que son más allá de unas declaraciones típicas de […]

ENRIQUE BALLESTEROS 20/10/2020

Asalto al cielo

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