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JOSÉ MANUEL ARIZA 04/10/2021

Lo que no veo

Saludos.

Confieso que sí veo mucho fútbol y de muchos países; confieso que tengo una de ésas plataformas que te permiten ver las ligas de Inglaterra, Italia, Francia, Alemania, Suramérica… y España. Confieso por fin y desde la más absoluta sinceridad, que no tengo idea de fútbol y que mis apreciaciones sobre jugadores y partidos son, tirando por lo alto, cortitas, escasas, pobres y sin fundamentos apreciables: no se puede sacar de donde no hay. Nefasto en eso soy, sin remisión, aunque me soporto.

Tampoco piensen que me paso el día mirando el HD. Para nada.

Mi único activo, si algo puedo argumentar en mi favor, es haber visto muchos partidos y eso, como sabemos, no me doctora en nada. De hecho, cada día me sorprendo más a mí mismo por haberme equivocado juzgando a éste o aquel, porque aquellas impresiones buenas/malas suelen resultar erróneas las más de las veces. Casi siempre y “sufro” ésas sorpresas buenas/malas día sí, día también: era mucho mejor o peor de lo que yo auspiciaba y como afortunadamente la balanza se suele inclinar hacia los buenos, me como gustoso mis carencias y además, espero que siga así mucho tiempo. Ego me absolvo que nadie me redimirá.

De niño y adolescente era malo de solemnidad jugando al fútbol por lo que supe temprano, para mi eterna frustración, que la práctica de éste deporte nunca sería lo mío y tuve que buscar vías  de futuro alternativas para subsistir. Puede que mi único “hito” deportivo fuera que jugando de defensa y despejando de cabeza un balón, le rompiera la nariz al figura contrario, un diablo de la pelota y que tenía como apodo el nombre de una moto italiana muy conocida. Éste hecho nunca lo incluí en mis currículos por pudor.

Pues a pesar de mirar tantos partidos, hay unos determinados a los que puse “candado” hace tiempo. A saber: los del Madrid, los del Barça y los del Atleti porque son, casi todos, crónicas de un mangazo anunciado y a la Historia, reciente y pasada y futura me remito. Y si son contra mi Sevilla FC, menos aún (conozco a algún que otro sevillista de jierro que practica ésta modalidad). Me niego a acudir voluntariamente al cadalso porque, como dicen los chinos, me tendrían que llevar a la fuerza entre varios.

Nota: aquí cabe toda crítica posible, buena o mala, aunque advierto que no existen argumentos suficientes para hacerme cambiar de opinión. Lo siento porque mi cabezón rompedor de narices es de granito.

Y no lo hago porque me falta un punto de masoquismo que no tengo: solo pensar en que los trencillas (de cámara), los banderitas, los del varicueto, los jugadores con licencia para pegar impunemente, los medios todos con su pegajosa y degradante sumisión a los poderosos (y su “magnífica selección” de comentaristas adiestrados en salva sea la casa), me pone enfermo. Y como dice mi doctor que procure no ponerme enfermo que luego tiene que curarme, trato de hacerle todo el caso posible.

Demasiado fuerte para mí; demasiada bilis mirando y escuchando y padeciendo; demasiados cabreos viendo una realidad que no es su realidad y es ésta la que se impone… porque para que el poder sea efectivo, tiene que doler y el paciente ser consciente de que está siendo machacado.

Me sienta fatal porque además de las imágenes, el “ruido” que las acompaña es vomitivo y tirarle algo a la pantalla no parece solución. Tampoco lo he intentado, por cierto.

No, no los veo y solo miro el resultado una vez concluida la contienda. A veces, las menos, me llevo sorpresas, grandes y magníficas sorpresas.

He visto, leído y escuchado tal torrente de barbaridades, juicios parcialísimos, ninguneos  y desprecios permanentes en la inmensa mayoría de medios (y no solo durante los partidos: eso incluye a los “locales” que son, como sabemos, franquicias de los nacional/madrileños casi todos) que los evito siempre. Y mi siempre es siempre.

Los “otros”, los que se supone que deben velar por los intereses propios, suelen estar en manos de adeptos al rival más débil y que, además, no saben ocultarlo ni siquiera aplicando una capita de imparcialidad (dignidad y profesionalidad)  en su afán desmedido por magnificar lo insulso. Quien inventó lo de la “biriprensa” sufrió un orgasmo (nunca le digáis que era una muñeca hinchable) porque para uno o dos admirables, la legión de los otros atosiga. Siempre fue así y la Historia está cargada de ejemplos hilarantes. Doy fe y tengo una montaña “papeles” que lo demuestran.

Porque de igual forma que pretendo estar informado de cuanto ocurre en todos los aspectos de la sociedad mirando distintas fuentes, con el “deporte” (ergo uno, casi dos y apenas tres) me sujeto con bastante éxito.

Pueden acusarme por mis carencias, pero no me podrán convencer de mis filias y mis fobias.

Cuidaros.

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