Saludos.
No, no me refiero a la magnífica novela de Vázquez Montalbán porque, entre otras cosas, no soy, ni pretendo ser, crítico literario. Solo soy lector sin fondo o formación pero ésa novela me gustó, entre tantas otras.
Tampoco a las idílicas isla del Pacífico por allí situadas, en el mal llamado “quinto continente”, colocado al final de la retahíla por el “primero” aunque quizás se podría invertir el orden perfectamente y puede que con más justicia o, al menos, con una muy distinta belleza, abrumadora, apabullante.
No, me refiero al proceloso mundo accionarial del Sur del sur y la fauna que lo puebla con sus ballenas, orcas, morenas, mantas, plancton… y escualos. Sobre todo, escualos:
Orden de peces elasmobranquios de cuerpo prolongado y fusiforme, con las hendiduras branquiales en posición lateral y la cola heterocerca y robusta. «El tiburón, el pez sierra y el cazón pertenecen a los escualos»
Hubo un tiempo en que no teníamos ni para balones (literal) aunque a los nacidos en la época más plateada y reciente, las “batallitas” de los abuelos les cueste trabajo digerirlo porque, los entiendo, solo han visto brillar al esplendoroso Sevilla FC del siglo XXI.
Hay otro tiempo, el ahora, que ya compramos balones a puñados (y coleccionamos Títulos) y el Mar del Sur se ha vuelto generoso, ahíto, atiborrado de nutrientes para todas las especies y sobre todo para los elasmobranquios, para lo tiburones. Ya Spielberg nos acojonó con su hiperrealista máquina de meter miedo a los bañistas, con sus dientes descomunales, desproporcionados y que en original se llamaba “Jaws”, mandíbula: una máquina devoradora que comía humanos con la misma facilidad que destrozaba un barquito de medio tamaño. Solo un tiro certero a una botella de aire comprimido pudo con él. Un tiro, una “humilde” bala, para liquidar a la bestia.
Si lo de Spielberg era una máquina pensada para distraernos hora y media, los escualos del Sur también aunque ésta sea menos tangible, menos aparatosa y puede ser, sería, el The End lamentable con sus títulos de crédito incluidos. De hecho, casi son solo papeles con datos (negro sobre blanco, tinta o incluso bites) pero devoran de la misma manera y facilidad o quizás más, demostrado, porque ejemplos hay siguiendo el reguero de sangre por ésos mares de césped. Pretende arrasar la robusta nave en que se ha convertido el rey de los Mares del Sur, el monarca indiscutible. Tan robusto, orondo y apetecible se ha vuelto que la jauría de tintoreras acechando (iba a escribir “con la boca hecha agua” pero no parece apropiado dado el contexto) para el festín.
De la mano del “amigo” americano y de los quintacolumnistas que los colocaron ahí, los Jaws de los tres 7 (three sevens que los otros, los de la lejía, son muy nuestros y limpian. Éstos ensucian y dejan el solar hecho un estercolero) amenazan con hacer un Afganistán en Nervión. O un Vietnam. O arrasar, llevarse los dividendos (que para ellos suman y no dividen) y si te he visto… lo de siempre porque es el mercado, amigo. Tierra quemada, mar muerto como bien saben en el de los girondinos. Quizás sea necesario que aparezcan los jacobinos con el Pueblo detrás.
Y ya sabemos que el mercado, amigo, no conoce fronteras y no tiene colores ni pasaportes.
Porque si la Nave del Sur no tuviera excelente carne y sabrosos lomos, los marrajos no rondarían el Mar de Nervión. Probablemente estos escualos no consuman sardinillas, boquerones ni otros sabrosos pescaditos menores y solo ataquen piezas grandes. También deben saber que los tiburones no tienen vejiga natatoria y por tanto, no se pueden parar: tienen que estar siempre en movimiento o se ahogan, lo que no deja de ser paradójico.
En el año largo del virus, a nosotros nos habían contagiado antes con otro, con el de las Jaws. Lo hicieron “leales” sevillistas con banderitas, escudos, gritos estentóreos y lacrimosos de pasión desbordante, contagiosos. Cornetas de llamada a las armas para que, como desde hace siglos, los generales permanezcan en retaguardia, lejos de lo fragores de la batalla. Controlando el control y que al frente acudan las tropas de a pie, lo paganos, las fuerzas de choque que dejan sus vidas en el empeño.
No habrá medallas para los caídos.
Hasta la muerte.
Cuidaros.
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