Tener la oportunidad de abrazarte cuatro veces y no poder hacerlo fue muy duro, pero el resultado mereció la pena. Quince años han pasado desde entonces, quince años de abrazos perdidos. ¡Cuántas veces habíamos soñado con celebrar algo grande!, ¡Cuántas veces me habías hablado de esa liga ganada y la copa del 48…! Tú eras aún un niño, decías, y por eso querías celebrar una competición importante como adulto, un trofeo que pudiéramos vivir y disfrutar todos juntos.
Siempre he dicho que genéticamente ya era sevillista (no podía ser menos siendo nieta de Ramírez), pero fuiste tú el que me enseñaste a vivir y a sentir en sevillista. ¡Tantas temporadas de la mano…! Disfrutamos y sufrimos con tu Sevilla, con nuestro Sevilla, pero lo máximo que habíamos podido celebrar era algún ascenso a Primera, trofeos Ciudad de Sevilla, Colombino, Carranza… Que no está mal, pero tú querías algo con más enjundia, querías que volviera el Sevilla de tu infancia, ese que levantaba admiración por los campos de fútbol, ese que era capaz de disputar los Campeonatos de Copa y Liga, pero no pudo ser.
Te marchaste en el año del Centenario. Cumplimos con nuestro ritual de ir al Sánchez-Pizjuán hasta que tu cuerpo aguantó. ¡Maldita enfermedad que impidió que pudiéramos disfrutar juntos todo lo que estaba por venir!, porque al ritmo del Himno del Centenario nos plantamos en una final, ¡una final europea! Fue el 10 de mayo de 2006, antes, un jueves de feria, nos clasificamos para esa final tras un gol de un canterano, de los que a ti te gustaban, Antonio Puerta. Y sí, 58 años después llegábamos a una final.
Moví Roma con Santiago hasta que conseguí las entradas para la final. Ya no quedaba vuelo directo para Eindhoven y lo hice vía Bruselas que, a la larga, fue lo mejor, pues no veas la que se lió a la vuelta en el aeropuerto de Eindhoven. ¡Qué bonito fue todo, papá…! Cánticos sin parar en el aeropuerto de San Pablo, todo de rojo y blanco. Cánticos en el avión, en la llegada a Bruselas y en el autobús hacia Eindhoven, y no te digo nada de cómo estaba la Fan Zone. Exaltación de la amistad sevillista al máximo.
Nos fuimos prontito al Phillips Stadium, queríamos ver cómo llegaba el equipo. No fuimos los únicos que tuvimos la misma idea, pues aquello ya estaba lleno de banderas rojas y blancas, de las nuestras. Las del otro, las del Middlesbrought llegarían más tarde. Y con los nervios a tope, comenzó el partido. En el minuto 25 llegó el primer gol, pase de Dani Alves y gol de cabeza de Luis Fabiano. Salté de la silla y miré a los lados, pero tú no estabas, no te pude dar el abrazo de rigor, no podía celebrarlo contigo.
Aunque llevaba toda esa temporada sin ti, solo allí en Eindhoven, fui consciente de que ya no volverían esos abrazos futboleros, ni esos ni ninguno, y fue entonces cuando decidí celebrar los goles sin abrazos, solo la mano y la cabeza levantadas hacia el cielo. Tras Luis Fabiano llegaron tres goles más, dos de Maresca y uno de Kanoute.
Middlesbrough 0 Sevilla 4, ese fue el resultado final. El Phillips Stadium botaba como si fuese Nervión y todo el mundo lloraba, lágrimas de alegrías y penas. Lágrimas que llamaron la atención de todo el mundo, lágrimas productos de la eclosión de muchos sentimientos. Lágrimas de pena por esos padres y abuelos que nos inculcaron el amor a nuestros colores y que no estaban ya con nosotros… Y lágrimas de alegría, porque ellos no estaban, pero nosotros sí y habíamos sido testigo de algo histórico, algo que sabría Dios cuando íbamos a volver a vivir…
Y mira tú por dónde, ni ha sido la primera final ni el último título. Repetimos Uefa al año siguiente en Glasgow y después tres Europa League seguidas (que es lo mismo que la Uefa pero con otro nombre), Turín, Varsovia y Basilea (2014, 2015, 2016). Todas en el mes de mayo, ¡qué bien le sienta el mes de mayo al Sevilla…! Bueno, el de mayo y el de agosto, pues los trofeos no quedaron ahí, en el año del confinamiento y la pandemia, en el 2020, también tocamos plata, esta vez en Colonia… Seis Uefa Europa League… Pero hemos levantado más trofeos: dos Copas del Rey, una Supercopa de Europa y una Supercopa de España… ¿Qué te parece?, no está mal, ¿verdad?… Pues podían haber sido más, pues en lo que llevamos de siglo XXI hemos jugado 19 finales.
Quince años han pasado, quince años de celebraciones y de abrazos perdidos y aún recuerdo como si fuera ayer aquél 10 de mayo de 2006. Fue la primera final, la primera copa, y ya se sabe que las primeras veces tienen un sabor especial y nunca se olvidan.
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