Cuenta nuestra querida RAE que la palabra “tirria” responde a un sustantivo femenino, de uso coloquial, que define a un trastorno, obsesión, odio o también a un sentimiento de antipatía hacia algo o alguien, especialmente a una persona (o a un club, esto último lo añado yo). En forma desusada, responde a un enojo, cólera, irritación, ira, furia, enfurecimiento, disgusto, cabreo, exasperación, enfado o rabia, porfía, machaconería, pesadez, constancia, obstinación, testarudez o tenacidad de manera repetida.
Es decir, queda perfectamente definido el sentimiento que tiene Leo Messi y el FC. Barcelona hacia el Sevilla FC, con un desencadenante claro, como narraría un episodio cualquiera de la serie americana “Criminal minds”, que no es otro que la apabullante y hasta humillante victoria en Mónaco, en la Supercopa de Europa de 2006, donde el Sevilla FC de Juande Ramos venció por 3-0 al Barcelona de Messi y sus amigos (Víctor Valdes, Rafa Márquez, Puyol, Deco, Ronaldinho, Xavi, Iniesta, Etoó y hasta Frank Rijkaard). ¡Casi nada! ¡Ahí queda eso!. Aquello hizo mucho daño, muchísimo más del que nos podamos imaginar jamás y, claro está, al menos para mí, de aquellos polvos vienen estos lodos.
Justo desde ese momento, parece clara la obsesión tomada por el pequeñito argentino y por el equipo azulgrana hacia el Sevilla FC. Una rabia que le dura y persigue quince años después y que, poco a poco, nos ha ido transmitiendo a los aficionados de Nervión y que nos hace sentir igual hacia el club culé. No llega a superar el sentimiento que uno profesa contra el club capitalino que dirige los hilos del fútbol en España pero, poco a poco, se va acercando a ello.
Y es que desde 2006 son ya muchas las ocasiones en las que el club catalán nos ha impedido tocar plata a los sevillistas que, aunque pueda formar parte de la lógica futbolera atendiendo a los presupuestos, nos empieza ya a cansar a algunos de nosotros. En estas líneas, para los más jóvenes o para los más desmemoriados, trataremos de recordar estos últimos enfrentamientos que terminaron todos con el mismo signo de derrota.
Agosto de 2010. Supercopa de España a doble partido. Tras haberse alzado con la Copa del Rey, precisamente en el Nou Camp, un Sevilla entrenado por Antonio Álvarez, con Cigarini al frente, se impone por 3-1 al Barcelona en el Sánchez Pizjuán y tiñe de optimismo lo que puede ser un partido de vuelta con la mayoría de los internacionales del FC. Barcelona, viniendo en chanclas tras haber disputado el Mundial de Sudáfrica que terminó levantando la Selección Española. En el partido de vuelta, Con Konko y Dabo en los laterales y Luis Fabiano en el banquillo de inicio, caemos solamente por 4-0 con un hat-trick de Messi y con el dudoso mérito de no disparar una sola vez a puerta.
Agosto de 2015, Supercopa de Europa en Tiflis o Tbilisi (Georgia). Un Barcelona de Luis Enrique apabullante, con doblete de Messi, arrolla o eso parecía al Sevilla de Unai Emery, con un 4-1 al inicio de la segunda mitad. Sin embargo, los Banega, Vitolo, Gameiro y compañía, consiguen empatar a cuatro tantos, forzando una prórroga (la primera de muchas contra el equipo catalán, por desgracia). En ese tiempo añadido, los honores recaen en Pedrito en el que era su partido de despedida, consiguiendo el 5-4 definitivo.
Mayo de 2016. Final de la Copa del Rey en Madrid. Tres días después de haber levantado su quinta Europa League en Basilea ante todo un Liverpool, y sin apenas haber descansado, los jugadores y toda la hinchada se trasladan de tierras suizas a la capital de España para tratar de hacerse de nuevo con este apetitoso trofeo. Bajo el mando de Banega, a los de Emery se les pone el partido de cara con la expulsión de Mascherano en la primera mitad, pero entre postes y el que para mí fue un cambio erróneo de Mariano en lugar de Coke (que venía de hacer un doblete), provocan la liberación hasta el momento de un maniatado Neymar que ya, de nuevo en la prórroga (otra más), y diez contra diez e incluso contra nueve, terminan decantando el partido por 2-0. Esta vez Messi se quedó sin marcar, raro, raro.
Abril de 2018. Final de la Copa del Rey en Madrid. Contra todo pronóstico, un inesperado Sevilla de Montella se mete en la final más horripilante que recuerde de las veinte disputadas que han visto mis entrañas. Sin plan de fútbol alguno, el Sevilla sucumbe en el Wanda Metropolitano sin paliativos por un escandaloso y humillante 5-0 con un gol del argentino.
Agosto de 2018. Supercopa de España en Tánger (Marruecos). Título extraño, en tierras foráneas y a partido único, donde un recién llegado Machín con sus tres centrales (Mercado, Kjaer y Sergi Gómez), ahí queda eso, consigue adelantarse por medio de Pablo Sarabia. Posteriormente con Vaclik, en la portería, remontarían Piqué y Dembelé desde fuera del área. Por si no hubiesen sido pocas ya las coincidencias, un recién ingresado en el campo como Ben Yedder, cinco minutos después de ingresar al terreno de juego, siendo el especialista del equipo y casi infalible desde los once metros, tuvo la posibilidad de forzar la prórroga pero erró en el lanzamiento de la pena máxima ante Ter Stegen. La película suena como si fuese un “deja vu” que ya hemos visto en otras ocasiones.
Marzo de 2021. Semifinal de la Copa del Rey. Creo que no hace falta decir mucho sobre la forma de jugar propuesta por Lopetegui, o del penalti fallado en el minuto 72 que nos daba el pase a la final o del triste carrusel de errores groseros encadenados en el descuento, que van desde el minuto 92 en el que En-Nesyri deja de correr hacia el córner y trata de hacer un cambio de orientación, hasta el gol de Piqué que fuerza el tiempo añadido. ¿Otra prórroga? Sí, otra más, de la que, por cierto, prefiero no comentar nada más.
Muchos palos deportivamente hablando los que les ha dado el FC. Barcelona al Sevilla FC. Le tiene comida la moral como solemos decir por estas bellas tierras andaluzas. Se podrían añadir tropecientos partidos de Liga y múltiples incomparecencias en el Nou Camp. Incluso, hasta comentar aquel partido de vuelta de cuartos de final de Copa, allá por enero de 2019, con un sonrojante 6-1 en la vuelta, encajados por el entonces nuevo inventor del fútbol, Pablo Machín.
Sea como fuere, lo que está claro es que en la última década nos hemos topado en múltiples ocasiones con el mismo rival, que es superior a nosotros y que encima parece hipermotivado cuando nos enfrentamos a ellos. ¿Tendrá toda esta historia su origen en Mónaco allá por el 2006? Quizás nunca lo sabremos, aunque a mí nadie me quita que esta obsesión naciese allí. Lo que sí está claro es que el FC. Barcelona ha privado ya en muchas ocasiones al Sevilla FC de levantar un título.
No hablamos de un club cualquiera, sino de un gigante europeo y mundial, con el que quizás no tendríamos ni que compararnos pero al que ya empieza a cansar enfrentarse a él. Quizás sean signos de crecimiento el querer más, el tratar de derrotarlo como ya lográsemos una vez a nivel continental. Lo que no debe caerse es en la frustración y en no valorar estos logros ante este tipo de rivales que son muy difíciles de vencer, que tienen mejores jugadores y, donde evidentemente, la línea entre el fracaso y el éxito es cada vez más fina y al mismo tiempo, una barrera más difícil de superar. A lo mejor lo que ha sucedido en estos últimos quince años quizás sea lo normal, que de seis veces que le hemos peleado un título a los blaugranas, solamente hemos salido vencedor en una de ellas (y gracias), aunque fuese la primera de todas y en la que menos esperanzas había de poder derrotarlos.
No queda otra. Toca apartar momentáneamente esa tirria y levantarse. Partido en Alemania aparte, hay que volver a asegurar la cuarta plaza. El final del camino debe de ser bonito y valorado. Que no decaiga el ánimo por más hundido que nos encontremos todos en estos momentos.
¡Viva el Sevilla FC!
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