Saludos.
Lo decía aquel señor que hizo viral un aserto que todos sabíamos desde que aprendimos, todavía inestables en nuestra verticalidad, a pegarle patadas a una pelota; un tipo que ensambló una selección ganadora tocándole los huevos a la mafia de Madrid (no se lo perdonaron nunca) y que como castigo, le quitaron el caramelo para dárselo a un inepto: le hurtaron los máximos laureles hasta que al marqués se le agotó el crédito heredado, hasta que tuvo que pensar él y así se acabó por las américas.
No me caía bien personalmente pero decía esas cosas porque, como Bilardo, no se entretenía en los escaparates. Demasiado directo, sin tapujos y a la yugular y eso no era “políticamente correcto”. Especialmente y sobre todo, porque no ocupaba plaza en el mafia mayor, en el amo del cortijo. Y ésos ni olvidan ni perdonan.
Me declaro fan incondicional del “jogo bonito” porque, entre otras cosas, vi jugar a Pelé en blanco y negro y eso marca. Luego llegarían más monstruos.
Me declaro, también, fan del jugar bien porque como me decía uno que sabía muchísimo de fútbol, jugando bien tienes muchas más posibilidades de ganar. Y, como no, el debate: ¿qué es jugar bien?
Jugamos bien pero el otro fue mejor y nos venció; Jugamos bien pero el otro tuvo más suerte y supo aprovechar sus pocas oportunidades; jugamos bien aunque el resultado fue injusto…
Jugamos mal y por tanto, nos ganaron; jugamos mal pero tuvimos suerte; jugamos mal pero el otro fue muchísimo peor…
Filosofías de cola de supermercado que son las mejores para andar por casa.
Para los que gustamos de presenciar este deporte, practicado por gente que sabe hacerlo, la estética del fútbol nos resulta apasionante: once tipos conjuntados y uniformados para elaborar una sinfonía de movimientos coordinados, de precisión en el pase, en el remate, en la parada; once que queremos que hagan y jueguen como Equipo pero que posean cualidades individuales notables y extraordinarias; once que sobresalgan al unísono para que se traduzca en victoria de todos, aunque alguno destaque sobre los demás y ponga la guinda al pastel, porque necesitamos un líder, una cara y un nombre sobre el que colgar a los demás. Uno que tire, un referente.
No cuenta. Nada de eso cuenta porque el fútbol, como decía aquel, es ganar y ganar y ganar. Nadie va a un partido de su Equipo pensando en lo bien que juega y que no le importe que pierda porque nos brindó un magnífico espectáculo. Nadie y quien diga lo contrario miente aunque haya quien haga leitmotiv de la derrota.
Vamos allí a ganar “por lo civil o por lo criminal” como también decía el mismo de antes y eso significa que al final, cuando el silbador de turno decreta el fin de las hostilidades, los puntos o el trofeo deben ser tuyos, de los nuestros. Vamos a los partidos a por ésos puntos, a pasar de ronda, a clasificarnos o a por la copa.
Las finales no se juegan, se ganan. Y los partidos todos también.
Porque hay partidos soporíferos, aburridos, desesperantes, que te hacen maldecir noventa minutos largos pero que si al final se ganan, sales sonriendo del Estadio si… has ganado. Las penas con pan son menos penas. De hecho y en ganando se transforman en alegrías. Los análisis tácticos posteriores como que importan menos y suelo dejarlos para los estrategas, para los que deben corregir posibles errores y que sí saben y que además, cobran bien por ello; ¿Que debimos sacar a éste o al otro? Seguramente. ¿Que el míster erró en los once elegidos o que luego no supo rectificar durante el partido? También. ¿Que fulano no juega y saca a mengano que es, como sabemos de sobra todos los entrenadores de grada, muchísimo mejor? Sin duda. Pero si te quedas el premio, si te llevas el “gato al agua”, si vences aun haciéndolo “mal” debemos pensar lo siguiente: hemos ganado de la peor manera posible pero hemos ganado y contra eso, no hay reproche que se sostenga.
El soplo cardíaco se recupera con tres puntos y te quedas como nuevo aunque hayas perdido alguna talla del cuello de la camisa porque aparcan por allí dos elementos no habituales.
Ganar, paradójicamente, no tiene antónimo en fútbol diga lo que diga la DRAE. El fútbol solo existe para ganar (como todos los demás deportes) y lo importante es competir… para ganar. Los sucedáneos, los placebos están muy bien cuando has probado poca gloria, cuando no has saboreados mieles de triunfos y no tocas plata nunca. A la fuerza ahorcan y debes buscar un clavo al que agarrarte a falta de escalones donde apoyarte.
De aquella manera pero ganar, sumar, estar ahí arriba y tener un mundo de posibilidades abiertas. Un mundo donde todo es factible y donde los sueños encuentran calor, sabor y olor.
Luchar, sufrir y ganar. Ganar por encima de todo y contra todo porque los sueños se cumplen.
Cuidaros.
- El parlamento palangana - 14/10/2021
- Televidentes - 10/10/2021
- Lo que no veo - 04/10/2021
Comentarios recientes