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PEDRO MONAGO 04/10/2019

El especialista

La especialización en el trabajo no es un fenómeno nuevo (ni siquiera de los tiempos de Adam Smith, aunque él le prestase atención preferente), pero tampoco parece tener fin. Continuamente se van produciendo posibles nuevas divisiones de las distintas tareas, que hacen que cada día nos vayamos encontrando con nuevas profesiones.

Como persona equidistante que me dicen que soy (y no lo niego, porque tengo una explicación para ello), a esto de la especialización le veo aspectos positivos y negativos, aunque creo que los negativos se pueden evitar, si ponemos un poquito de cuidado.

Es obvio que alguien que concentra su capacidad en una sola tarea, normalmente acabará “bordándolo”, aunque solo sea por la reiteración de la misma. A mayor especialización, mejor haremos las cosas… en principio.

Ocurre, sin embargo, que la especialización no implica infalibilidad, sobre todo en las tareas intelectuales, entre otras razones porque es muy difícil una partición pura de esas tareas, de forma que lo más normal será que las mismas se vean afectadas por distintas especialidades. Por eso es importante que los especialistas tengan la mente abierta y sean flexibles, para poder corregir adecuadamente los defectos que la rigidez de la especialización provoca, porque, si no es así (puede que incluso siéndolo), el especialista, aunque él no lo crea, se va a equivocar. De hecho, cada día millones de especialistas de distintos ámbitos se equivocan: abogados, arquitectos, ingenieros, periodistas y también los profesionales del fútbol, sean médicos, fisios, utilleros, directores deportivos o entrenadores.

Muchas veces, discutiendo de fútbol con amigos o en conversaciones de redes sociales (eso tan denostado por algunos que, sin embargo, no le quitan ojo) sale la típica frase de “tú vas a saber más que el entrenador”, ante la que siempre contesto que no, que yo no, pero que eso no significa que el entrenador no se pueda equivocar, como lo demuestra que los equipos que fracasan disponen también de uno y que, a veces, con los mismos mimbres, distintos técnicos sean capaces de obtener un rendimiento completamente distinto.

No, no os asustéis, no estoy queriendo decir que un entrenador tenga que estar a lo que gritemos en el estadio o escribamos los cuatro locos de twitter. Sería absurdo, entre otras cosas, porque hay casi tantas opiniones distintas como opinadores. Pero una cosa es eso y otra pensar que los clamores de una afición no tienen valor alguno, porque está claro que los aficionados no somos especialistas en fútbol, pero una afición en su conjunto, puesta de acuerdo en algo, tiene una especialidad: la de su equipo.

Al entrenador/especialista que muestre mente abierta y flexibilidad ante un clamor lo seguiré, diciéndole aquello de Monty Phyton “yo digo que eres el Mesías y de eso entiendo, porque he seguido a varios”.

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